Relajación para niños

Los niños son puro nervio y les encanta estar en constante movimiento pero, como cualquier persona, también necesitan momentos de relajación y de tranquilidad. Si desde pequeño enseñamos a un niño técnicas de relajación, estaremos creando un hábito saludable que les será muy útil para sus vidas. Por otro lado, en ocasiones pueden darse casos de estrés en niños.

Este estrés surge como consecuencia a los cambios y a la incapacidad de los niños, debido a su corta edad y madurez, de asumir y adaptarse a esos cambios. Por ejemplo, actividades estraescolares, competiciones deportivas, separación de los padres o la muerte de algún familiar.

La relajación permite a los niños, y a cualquier persona adulta, eliminar las tensiones y reducir el estrés muscular y mental. Además, las técnicas de relajación permiten canalizar la energía, reforzar la memoria, aumentar la confianza en uno mismo e, incluso, mejorar el sueño del niño. La importancia de la relajación reside en la aplicación que se hace de dichas técnicas de relajación. Es decir, dotar a niños y adultos de la capacidad de hacer frente a las situaciones que les están causando estrés o ansiedad.

Técnicas de relajación para niños según la edad

  1.     Bebés (de 0 a 3 años): en estos años en los que el bebé es todavía totalmente dependiente de sus padres debemos ir integrando momentos de relajación en sus vidas. Para ello, escogeremos un momento del día para estar a solas con el bebé, preferiblemente en su habitación y con una atmósfera de luces tenues y una temperatura agradable. Con el bebé estirado en una superficie cómoda, le hablaremos de manera dulce y pausada. De esta manera, potenciamos su independencia pero a la vez le hacemos saber que estamos ahí para calmarle. Si elegimos el momento óptimo, antes de dormir, el bebé logrará una rutina del sueño saludable.
  2.     Niños (de 3 a 7 años): cuándo los niños ya no son bebés debemos introducir las técnicas de relajación guiadas que, básicamente, se llevan a cabo como un juego. Al igual que en la etapa anterior, debemos procurar una atmósfera óptima para la relajación, con un luz tenue y una agradable temperatura y, si se desea, música de relajación. En esta etapa, las técnicas de relajación tienen como objetivo potenciar su imaginación. Se incluyen elementos imaginativos para que el niño intente imitar los movimientos con su propio cuerpo. Por ejemplo, movimientos lentos en el caso de una tortuga; hacerse tan pequeño como una hormiga o inflarse poco a poco como un globo. Si estos ejercicios funcionan, podemos recurrir a cuentos o, incluso, introducir ejercicios de respiración. Sin dejar de ser un juego, potenciamos su creatividad y su imaginación, al mismo tiempo que le introducimos en el mundo de la relajación. Podemos aprovechar el momento antes de dormir para favorecer el sueño.
  3.     Niños mayores (de 7 a 12 años): en esta etapa es fundamental que el niño aprenda a discernir cuándo está excitado y cuándo está relajado y, por tanto, sabrá cuándo debe poner en marcha las técnicas de relajación aprendidas y mantener el control de la situación. Igual que en las etapas anteriores, el momento y el lugar para poner en práctica estas técnicas deben ser los adecuados para una mayor relajación. Se realizan ejercicios de tensión-distensión, es decir, debemos pedir al niño que se imagine en diversas situaciones (jugando con la imaginación) en las que pasa de la excitación a la relajación. Siempre con el objetivo de focalizarse en sus emociones. Lo conveniente sería realizar estos ejercicios en el mismo momento que en las etapas anteriores.
  4.     Adolescencia (de 12 a 17 años): al llegar a esta etapa, el adolescente debe haber interiorizado ya las técnicas de relajación y debe saber cuándo ponerlas en práctica por su propio pie. En función de sus necesidades, el niño o adolescente decide cuándo poner en  marcha las técnicas y cuáles elegir. Por lo general, en esta etapa los niños llevan a cabo la técnica autógena, es decir, autosugestionarse con sensación de pesadez o ligereza, calor o frío en las extremidades, ejercicios de respiración, etc. (pero siempre de manera positiva).
Fuente  psiconet.es

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