¿Sientes que te estás cayendo a pedazos? Sigue leyendo para encontrar una solución.
Los hombres de mi familia tienen un historial de actuar por impulso. Mi padre una vez se emborrachó en el día de San Patricio, pintó su caballo verde, y, montando sin silla, fue a un bar con una mujer que no era mi madre. Todo esto, desató la furia de mi abuelo, que me dicen era el borracho, mentiroso y tramposo más encantador del condado de Ada, en Idaho.
Al igual que mis rasgos oscuros y la nariz larga, es posible que mi tendencia a ser imprudente y rebelde sean genéticos. Y yo estaba empezando a montar el mismo caballo. Pero después de una escena tipo Hey, ¿dónde está mi auto? hace dos años, juré no volver a utilizar la manera de evadir los problemas favorita de mi familia y me puse a buscar otra forma de tranquilizarme.
Después, surgió la siguiente pregunta: ¿Cómo podría cambiar realmente? ¿Podría renunciar a las cosas dañinas, pero también ganar algo con esto? La meditación despertó mi interés porque su promesa era tan simple y, sin embargo, tan fuera de mi alcance: la paz mental. Leí sobre la práctica y comencé.
Me senté en el borde de mi cama, con los ojos cerrados, respirando profundamente, tratando de poner mi mente en blanco. Yo era un desastre. Mis pensamientos regresaron inmediatamente. Planee cómo podría pedir un aumento en el trabajo y ganar una discusión que estaba teniendo con mi novia. Me preguntaba cómo manejaría los fines de semana y las reuniones de la universidad sin alcohol, ni confusión. Entonces ocurrió algo significativo: comencé a notar la turbación que me provocaba pensar en el futuro.
Cuando mis pensamientos toman el control y hago lo primero que me viene a la mente, tengo la delicadeza mental de un tren de carga sin control. Me convierto en el tipo que maneja al trabajo como si estuviera en la Fórmula 1. Envío correos electrónicos lamentables que abren con: "WTF". Y jalo de la correa de mi perro cuando él se detiene a oler algo por mucho tiempo porque “hey, tengo cosas que hacer y tú hueles este mismo árbol todas las mañanas amigo”.
Al regresar cada día al borde de mi cama para sentarme, respirar, concentrarme en nada y volver a la nada cuando me doy cuenta de que mi mente ha vagado, me he dado cuenta de que los impulsos, pensamientos y emociones son como las nubes flotando, a través del cielo azul: temporales. No tengo que actuar motivado por ellos, ni tengo que creerlos.
Hace aproximadamente un año manejaba y escuchaba a alguien en un podcast, explicando que si tomas todo el tiempo que conocemos y lo ponemos en una escala de un año -llamado el “calendario cósmico”- toda la historia de la humanidad aparece el 31 de diciembre, cerca de 11:59 pm. Cuando escuché eso, me di cuenta de lo insignificante que soy en el gran esquema. Casi me vuelvo loco.
Entonces se me ocurrió: ¿Puedo cambiar el tiempo? No. ¿Volverme loco en busca del significado de la vida y lo que viene después de esta, es bueno para mí? No. ¿He disfrutado a fondo mi vida y tengo mucho que agradecer? Sí. Estaba sentado en una camioneta de media tonelada, con motor V8 y con aire acondicionado, y me dirigía a un trabajo que amo, en donde ayudo a los hombres a mejorar sus vidas.
Es un gran momento para ser hombre, y estoy agradecido por cada instante de buena suerte. Puedo no ser significativo desde un punto de vista cósmico, pero puedo importar en una escala más pequeña, tratando de pensar menos en mí mismo y más en los demás.
Ahora en el trabajo oigo declaraciones como "Eres mejor que yo en esto. ¿Qué piensas?" y "lo siento, es mi culpa. Lo arreglaré", saliendo de mi boca. Cuando alguien se mete en mi oficina con un "gran problema", entiendo que no es para tanto (nunca lo es) y lo solucionamos con calma. En casa, mi novia y yo no peleamos porque ahora sé que mi camino no es "el camino"; es "un camino". Y espero hasta que mi perro haya terminado de oler los objetos empapados de orina, antes de continuar nuestro paseo.
Supongo que muchos hombres están donde yo solía estar. Es el siglo XXI. Estamos distraídos, nerviosos, acelerados, estresados, dispersos y abrumados. Estamos tensos y desmoronándonos incluso cuando estamos en un ambiente relajado. Reaccionamos a las alertas, zumbidos y luces intermitentes en nuestros teléfonos celulares mientras estamos en casa con la familia, jugando al golf con amigos, incluso pasando el rato solos. Nos preocupamos por lo siguiente antes de terminar con lo que estamos haciendo.
La ironía es que nunca ha habido más o mejores formas investigadas para aliviar el estrés, crear paz mental y vivir en el ahora. La meditación me ayudó, pero sé que no es para todos. A través de ella, me he dado cuenta de que el reposo mental tiene muchas facetas.
Nuestros padres quizá tengan razón. Tal vez caminando en el bosque, tratando de arreglaren un auto antiguo, o bebiendo una limonada fría en un café mientras vemos pasar el tráfico, es todo lo que necesitamos. Tal vez la respuesta no es tratar de encontrar el nirvana, pero darse cuenta de que el nirvana puede estar aquí si descubrimos formas de involucrar a nuestro cerebro de manera diferente y centrarse en el momento, incluso cuando nos cepillamos los dientes.
Via menshealthlatam.com
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