Dejarse dar masajes es uno de los métodos de relajación más agradables. No hay más que tenderse cómomodamente y sentir plácidamente los acariciantes movimientos de las manos sobre el cuerpo, además de experiimentar la tranquilizadora sensación de que alguien se ocupa de uno.
Y sin embargo, la mayor parte de las personas acuden al masajista sólo cuando tienen dolores – cuando sienten dolores de cabeza y cuello, o cuando sufren insoportables agujetas musculares-. Tendríamos que regalarnos más a menudo un masaje por el mero hecho de sentirnos bien y, al mismo tiempo, prevenir las tensiones. Los masajes pueden reanimar o cansar agradablemente; todo depende de lo rápido o intenso que éstos se den.
Sus efectos son los siguientes:
Calienta y relaja los músculos tensos.
Da movilidad a las articulaciones agarrotadas.
Activa la circulación de la sangre.
Eleva el flujo linfático.
Hace que la respiración sea más profunda.
Intensifica el proceso de eliminación de toxinas y residuos del cuerpo.
A través del sistema nervioso actúa sobre los órganos internos y regula su actividad.
Ejercita las fibras del tejido conjuntivo y proporciona elasticidad a la piel.
Fuente: vidasana.lapipadelindio.com
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