Los niños pueden experimentar emociones negativas como el estrés o la agresividad, y aprender a controlarlas es de vital importancia. Por ello, debemos enseñar a nuestros hijos mecanismos para gestionar estas alteraciones.
Las técnicas de relajación suponen una gran ayuda para que los niños superen el miedo ante ciertas situaciones, los problemas de concentración y atención, la hiperactividad, los trastornos de sueño y para que mejoren el autocontrol. Pero más importante, se trata de ejercicios que tienen como objetivo aprender a afrontar y superar diferentes situaciones del día a día que producen tensión o ansiedad. Por ello, es fundamental que estas técnicas se aprendan desde muy pequeños.
Además, el proceso de aprendizaje sirve para crear más interacción y un vínculo aún más fuerte entre padres e hijos. La finalidad es siempre que los niños aprendan por sí solos a manejar ciertas situaciones, y que estas técnicas se conviertan en una herramienta automática.
La relajación suele originarse de forma natural a una edad muy temprana. Normalmente, los bebés ya identifican situaciones en las que se calman y relajan, como el contacto físico con la madre o el balanceo suave. A partir de los 2 años y medio, cuando los niños empiezan a hablar, los padres pueden empezar a aleccionar sobre técnicas de relajación más estructuradas.
A continuación, se expone un esquema general de las principales técnicas de relajación que existen, y que siempre deben adaptarse a la edad y a las necesidades de cada niño:
Relajación progresiva de Jacobson: consiste en aprender a tensar y relajar los diferentes grupos de músculos del cuerpo. El objetivo es que el niño conozca la diferencia entre tener un músculo en tensión y tenerlo relajado y, así, sepa en qué momentos cuotidianos se encuentra en tensión. Esta clase de ejercicios suele enseñarse a niños a partir de los 7 u 8 años.
Relajación pasiva: esta técnica trabaja sólo la relajación, a diferencia de la progresiva. Por lo tanto, deja de lado el trabajo de tensión de los músculos, y se dedica sólo a la relajación de todo el cuerpo, incluyendo ejercicios para el control de la respiración.
Relajación autógena: se basa en una serie de frases ya hechas para que el niño se relaje mediante la autosugestión. El objetivo es que el pequeño llegue a un nivel de relajación suficiente para que aprenda a manejar situaciones difíciles de forma automática. Los ejercicios se centran en regular los latidos del corazón y controlar la respiración, entre otros.
Respuesta de relajación: se trata de ejercicios basados en las técnicas de meditación tradicionales que defienden la idea de que cualquier palabra puede inducir un estado de meditación profunda. En la actualidad, se traduce en la idea de que la repetición de una palabra puede ayudar a respirar más lentamente y, así, conseguir que el niño se relaje.
Via faros.hsjdbcn.org
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