La meditación hace que surjan los actos y experiencias reprimidas que son almacenados en el cuerpo; al irrumpir a la superficie, si no reaccionamos ante ellos, estarán cumpliendo su curso de acción y podrán desaparecer pronto
La meditación es la principal herramienta de autobservación que tiene el ser humano, y al atender al presente y a las sensaciones del cuerpo se abre la posibilidad de percibir las huellas que nuestros actos han dejado marcadas en nuestro organismo.
Así, también, la meditación es la suprema herramienta para liberar el karma, al pasar estas marcas por una nueva luz, ya sin juicio ni aprehensión, lo cual les permite emerger a la superficie y cumplir el cauce de su existencia.
En este artículo revisaremos brevemente cómo es que la meditación al adentrarse en las sensaciones del cuerpo es capaz de liberar el karma. Para ello antes es necesario revisar algunos principios básicos de la filosofía budista, de la cual se desprende la forma de meditación a la cual hacemos referencia aquí, si bien en otras tradiciones existen también meditaciones que trabajan soltando el karma al dirigir la atención al cuerpo.
La palabra "karma" significa acción. Enseña el budismo que nuestra actualidad --es decir, la acción presente o el plano de nuestro actuar-- es consecuencia de nuestro karma, de nuestros actos previos. Aunque el tema del karma es vasto, ya sea en el budismo o en otras tradiciones que se desprenden del vedanta y el jainismo, a grandes rasgos en la filosofía budista son las intenciones mentales (cetanas) las que hacen que los actos lleven a ciertas consecuencias. Sin estas intenciones, las acciones no se coagulan en el cuerpo --que es un compuesto psicofísico-- y no se acumulan como parte del ciclo de muerte y nacimiento o samsara. En este sentido, podemos diferenciar acciones espontáneas que surgen de nuestra apertura al momento de acciones reactivas que son teñidas por el deseo y la volición mental.
El Buda Shakyamuni enseñó que el cuerpo se forma como resultado de la conciencia (en el budismo la mente existe más allá de la conciencia), la cual a su vez es producto de los sankharas, un término complejo que se traduce como voliciones, disposiciones o formaciones mentales --etimológicamente significa "compuesto" o "aquello que se ha juntado". Lo anterior hace referencia a que, siendo la naturaleza de las cosas vacuidad, un elemento simple, el sankhara marca la aparición de la sustancia y el compuesto y por lo tanto de la solidez y la cristalización que es producto de la ignorancia --o la ausencia de la sabiduría de que "la forma es vacuidad; la vacuidad es forma". En el esquema de la originación dependiente o pratityasamutpada, la ignorancia es lo que genera el sankhara, el cual es considerado equivalente al karma... ignorancia fundamentalmente de que el mundo es impermanente, de que no existe un yo fijo y estable y de que la existencia es insatisfacción. Aquí podemos trazar la noción que plantea el budismo de que el cuerpo es producto de la conciencia, esto es, una conciencia de un yo --cuando la mente se identifica con un yo, entonces va creando las barreras que lo separan de las demás cosas y se fija el cuerpo como un límite y un espacio de concreción de sus voliciones mentales. El cuerpo surge de las voliciones mentales que corretean y se aferran a los fenómenos y que reaccionan a estímulos, deseando que permanezcan; esto es un acto de ignorancia ya que todas las cosas, enseña el budismo, son impermanentes --incluso el mismo yo es impermanente, es una impresión que se está renovando cada momento pero que no tiene continuidad ni existencia inherente. Si las cosas son impermanentes, no tiene sentido reaccionar, lo correcto es dejarlas que simplemente sean.
En el Cetana Sutta, el Buda explica cómo se genera el karma y cómo, en cierta forma, nuestra conciencia puede considerarse un eco o una reprercusión del deseo:
Oh monjes, lo que uno intenta, lo que uno planea, y hacia lo que uno tenga tendencia: eso se convierte en la base del mantenimiento de la conciencia. Cuando hay una base hay un soporte para establecer la conciencia. Cuando la conciencia se establece y ha llegado a crecer, hay una producción de existencia futura renovada. Cuando hay una producción de existencia futura renovada, el nacimiento futuro, el envejecimiento y la muerte, la pena, el lamento, el dolor, el displacer y la desesperanza llegan a ser. Tal es es origen de toda esta masa de sufrimiento.
Con esta base elemental de cómo se forma el karma y cómo se origina el sufrimiento, veamos ahora cómo la meditación puede ayudar a extinguir los efectos de nuestras acciones que siguen reproduciéndose, dentro de su congelamiento, en el cuerpo, de alguna manera como si fueran la simiente desde la cual nos relacionamos con el mundo. Podríamos decir que el karma se convierte en el inconsciente, y el inconsciente se almacena en el cuerpo y ahí, parafraseando a Carl Jung, dirige nuestro destino. Para explorar esto seguiremos el trabajo de Reginald Ray, maestro de meditación que recibió el linaje del maestro tibetano Chögyam Trungpa Rinpoche. Ray ha hecho especialmente énfasis en que el cuerpo es el terreno de la iluminación y el terreno al cual debemos voltear siempre que busquemos trabajar espiritualmente. Trungpa Rinpoche había dicho: "No existe división entre la espiritualidad de la mente y la espiritualidad del cuerpo; ambos son lo mismo" y que, de hecho, la definición del samsara es una mente que se separa del cuerpo. Explica Ray en su libro Touching Enlightenment: Finding Realization in the Body:
Cualquier cosa que surge en y a través del cuerpo lo hace, como hemos visto, en acorde a la operación del karma. El karma detiene nuestra conciencia almacenada, nuestra naturaleza búdica inherente, de la cual sólo somos parcialmente conscientes. Lo que sea de nuestra totalidad kármica que no ha surgido a la percepción consciente reside en el cuerpo. En cierto momento, algún aspecto de esa totalidad empieza a empujar hacia la conciencia; la totalidad quiere que esto emerja. Puede que no haya presionado hacia hacerse consciente hasta ahora, porque antes de ese momento no estaba listo para hacerlo, estando retenido en un nivel más profundo de codificación. O, de nuevo, tal vez no ha aparecido en la conciencia porque, aunque listo para surgir como parte de cierto nivel de nuestro desarrollo, nos hemos resistido y lo hemos empujado de regreso en el cuerpo. De cualquier forma, llega un punto en el que se necesita que ocurra una presión del cuerpo hacia la conciencia, a comunicar algo, en la misteriosa sincronía de nuestra existencia. Si nos resistimos a lo que está apareciendo, en el umbral de nuestra percepción consciente --y la mayoría de la gente moderna habitualmente se resiste para poder mantener rígidamente su yo-- entonces lo que intenta surgir es negado y regresado y queda atrapado en el cuerpo. Ahí reside en las sombras de nuestro ser somático, un residuo siempre in crescendo --existiendo como aquello que nuestra conciencia continuamente ignora, resiste, niega. Habitando en las sombras, todos estos aspectos de nuestra totalidad a los que se les está negando entrada a la conciencia siguen funcionando invisible pero poderosamente, reflejándose en nuestra naturaleza, estructura y en la actividad de nuestro ego. Este proceso tiene que ver con el concepto psicológico de represión, aunque con algunas importantes diferencias.
La meditación, como habrá podido adivinar el lector, es aquello que permite que emerjan estos aspectos atrancados de nuestro karma que persisten en la profundidad inconsciente. Particularmente, explica Ray, la meditación que ausculta el cuerpo sin identificarse, ni reaccionar ante las sensaciones que la atención hace surgir, es lo que libera nuestra totalidad implicada en los pliegues kármicos. Al meditar utilizando técnicas que van recorriendo el cuerpo respirando en los lugares donde se encuentra almacenado el karma --que se puede manifestar como esta u esta otra sensación, placentera o desagradable, o que a veces no llega a expresarse como una sensación si está muy enterrado-- vamos produciendo la relajación y aceptación necesaria para que lo reprimido se manifieste. "Trabajar con el cuerpo es abrir una reserva de karma almacenado", dice Ray.
Un concepto interesante que menciona Ray en sus pláticas de dharma es que es la tensión del cuerpo la que genera el pensamiento discursivo, el cual nos mantiene en una niebla mental ligada al pasado o al futuro, pensando en cosas que no existen. A su vez, la tensión no es más que la acción del ego que intenta aferrarse a la experiencia. "El ego es un intento de congelar ciertas dimensiones de nuestras experiencias, asirse a unas y bloquear otras... el cuerpo en sí mismo es una representación o cristalización de todos nuestros problemas, pero esos problemas impuestos desde fuera no son el estado natural del cuerpo". Al relajarnos, una consecuencia natural es que el pensamiento discursivo empieza a dejar de anegar nuestra conciencia y poco a poco desaparece, esto permite que las cosas reprimidas, los karmas, irrumpan a nuestra conciencia "porque el mecanismo de represión del pensamiento discursivo y la tensión física se derriten por la meditación del cuerpo".
Una de las enseñanzas básicas de la filosofía budista, como es expresada también por las técnicas de meditación vipassana de Goenka, es que si los karmas o sankharas surgen y no reaccionamos ante ellos no tardarán en disolverse. Esto mismo puede aplicarse a los traumas, los cuales en terapias como la hipnosis son reproducidos de tal mal manera que sean recodificados o revalorados en la memoria ya sin una afección emocional. En el caso de la meditación, aplicando todo lo anterior, podemos decir que los traumas están almacenados en el cuerpo y al sondear nuestro cuerpo en un estado de relajación y apertura, pueden surgir de tal forma que dejan de tener un coeficiente o una etiqueta particular que nos remite a una cierta condición y conducta mental, simplemente emergen como una experiencia y desaparecen al ya no generar una fijación u obsesión. Nos convertimos en observadores no involucrados en la película que surge de nuestra conciencia y sus fenómenos. Todas las cosas regresan a la vacuidad, que es su origen.
Hay que mencionar que cuando estos traumas o karmas surgen es posible que sintamos dolor, confusión y demás sensaciones que pueden ser difíciles de manejar, pero lo importante es que se mantenga la ecuanimidad para que estos patrones de información no se vuelvan a almacenar y coagular en el cuerpo. Para esto es útil acercarnos a las sensaciones de manera no juiciosa, sin buscar el placer o el dolor, comprendiendo que ambos son impermanentes y que, a su vez, cada sensación es justamente lo que merecemos y necesitamos en este momento, aquí y ahora, y dejar que las cosas ocurran sin aferrarnos a las cualidades que creemos ver en ellas nos mantendrá ligeros y abiertos, más cerca de la naturaleza verdadera del cuerpo. Y es que el cuerpo, explica Reginald Ray, no es otra cosa que el dharmakaya, una experiencia individual de la totalidad, un centro de vacuidad radiante, el cuerpo mismo de Buda.
Via pijamasurf.com
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