Uno de los sistemas budistas que más seguidores tiene en el mundo es el Zen. Su nombre significa meditación y es la manera japonesa de pronunciarlo. La idea central de esta filosofía es que es necesario alcanzar la sabiduría para llegar a la iluminación. Pero este conocimiento no es teórico, sino que se relaciona con la autorrealización del individuo, con su equilibrio espiritual, el cual puede ser desarrollado mediante los estados meditativos.
Los orígenes del Zen se remontan a la China, siglo VII, derivado de varias escuelas de Budismo con raíces en la India. Su influencia llega a otros países asiáticos como Vietnam, Japón y Corea. La escuela hindú proponía un ascenso al nirvana a través de niveles graduales. La escuela china, por su parte, introduce la idea de dar un salto directo sin necesidad de hacer dichas escalas. Esta novedad proviene del budismo chino que hace énfasis en la naturaleza intuitiva y espontánea del espíritu.
Según los chinos, todo ser humano posee un potencial interno que puede ser desarrollado con espontaneidad, sin necesidad de apelar a textos sagrados o conocimientos externos. Estos pueden ser herramientas, pero siempre en un lugar secundario respecto al saber inmanente de las personas. Dicho pensamiento iguala a todos los hombres en cuanto a sus posibilidades de crecimiento espiritual, sean monjes o laicos. De este modo, el Budismo Zen se enfoca en un estudio contemplativo de la mente humana, de su mundo interior.
Con el decurso del tiempo, algunas técnicas de meditación pierden su fuerza para dar paso a una forma novedosa de realizar la práctica: el denominado silencio contemplativo, que consiste en mantenerse meditando en absoluto silencio, intentando encontrar la propia naturaleza. Este método tuvo una gran acogida, de modo tal que es actualmente uno de los más empleados por los occidentales.
En Japón, la práctica Zen se desarrolla adoptando una nueva postura en la contemplación, aquella que representa a Buda: persona sentada con las piernas cruzadas en forma de loto. Su nombre es zazen y se realiza con una posición cómoda para el cuerpo y dejando fluir la respiración. La idea más importante es dejar que la mente se relaje libre de pensamientos racionales, que todo pase de manera natural, espontánea y sin hacer fijación alguna. De este modo puede lograrse en el individuo una armonía mente-organismo que le permita alcanzar la total plenitud.
Fuente: otramedicina.com
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