La tranquilidad es un bien muy preciado. No se puede comprar a pesar de ser uno de los valores más importantes que podamos encontrar en nuestra vida.
La tranquilidad es muy importante para nuestro cuerpo, para nuestro espíritu y alma. Los niños, en su condición de seres humanos, tienden a hacer mucho ruido.
Si los niños hoy en día están intranquilos y sobreexcitados se debe en gran parte al ruido que provocan los adultos en su entorno. Muchos niños no tienen la oportunidad de vivir experiencias que se ajusten a su cuerpo o a su sensibilidad.
En lugar de corretear fuera, subirse a los árboles, columpiarse o saltar, se quedan sentados en sus casas y pasan la mayoría de su tiempo libre con sus aparatos electrónicos. Es responsabilidad de los padres ofrecer a los niños, en un mundo lleno de intranquilidad y alienación, miedo e inseguridad, la posibilidad de utilizar sus sentidos así como de aprovechar la capacidad de los niños para tranquilizarse y concentrarse.
Los adultos son un ejemplo para nuestros hijos y es por ello nuestra misión, según María Montessori, ayudar a los niños a tranquilizarse por sí mismos. La tranquilidad ofrece al niño la posibilidad de abrirse a sí mismo y de descubrir todo aquello que posee en su interior.
Fuente: dsbilbao.org
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