Las personas que padecen cáncer presentan con frecuencia trastornos como dolor, náuseas y vómitos, insomnio, ansiedad y depresión que afectan enormemente a su bienestar y que pueden ser tratados con técnicas de relajación entre otras terapias.
El dolor es uno de los síntomas más frecuentes en los pacientes con cáncer, pudiendo afectar al 96% de ellos. El dolor puede ser debido a la enfermedad, como consecuencia de algunos tratamientos o estar relacionado con la situación de inmovilidad y debilidad general del paciente.
Lo que más preocupa del dolor es que altera el mundo afectivo del paciente, su deseo de vivir, las relaciones familiares y vida social. Los pacientes que padecen dolor presentan niveles de ansiedad y depresión más elevados que aquellos que no lo tienen. El dolor afecta al sueño, al apetito, a la capacidad de concentración, a la espiritualidad, a la capacidad para participar en actividades físicas, etc.
Las nauseas y los vómitos se presentan en entre el 6% y 68% de los pacientes oncológicos y son vivenciados como muy incapacitantes. El mecanismo implicado es complejo e implica los sistemas nervioso y gastrointestinal. Puede producirse por estimulación directa del centro del vómito, hipertensión endocraneal (tumores primarios o metastáticos), alteraciones gastrointestinales y vestibulares, etc. Y es que muchos de los tratamientos utilizados en la lucha contra el cáncer, tienen como efectos secundarios náuseas y vómitos, sobre todo la radioterapia y la quimioterapia.
Se ha observado que los niveles de ansiedad que presentan los pacientes antes y durante la administración de los tratamientos, juegan un papel importante en el aumento de estos síntomas, así, pacientes con niveles de ansiedad más elevados manifestarán tasas más altas de nauseas y vómitos concomitantes a la quimioterapia. Por ello se justifica la psicoterapia en los vómitos anticipatorios.
El insomnio es un trastorno que incluye la dificultad en la conciliación del sueño, en el mantenimiento, el despertar demasiado temprano, y el sueño no reparador. El sueño está alterado en el 50% o más de los pacientes que sufren un cáncer y puede llegar hasta el 70%.
El insomnio puede aparecer como reflejo de las reacciones psicológicas, por un control deficiente de los síntomas o como consecuencia de los tratamientos. Según un estudio de Davidson y col., los sujetos que manifestaron insomnio, atribuyeron el mismo a los pensamientos (52%), dolor o disconfort (45%), aspectos acerca de la salud (38,7%), aspectos relacionados con la familia y los amigos (33%), diagnóstico de cáncer (32%), efectos físicos de la enfermedad (27,7%), aspectos económicos (22,7%) y el 7% no supieron a qué atribuirlo.
La ansiedad es la “reacción del organismo tras la presentación de un estímulo nocivo o que constituye una amenaza para el sujeto”, y los pacientes con cáncer se ven obligados a afrontar muchos estímulos nocivos en poco tiempo: la mala noticia del diagnóstico, la posibilidad de la muerte, la incertidumbre de cómo se desarrollará la enfermedad, los síntomas, los efectos secundarios de los tratamientos, como alopecia, mutilaciones, etc.
La ansiedad se caracteriza por la presencia de una serie de síntomas:
Síntomas físiológicos: tensión muscular, temblor, disnea, palpitaciones, sudoración, diarrea, nauseas, etc.
Sintomas emocionales: miedo, tristeza, culpabilidad, inquietud, irritabilidad, etc.
Síntomas conductuales: insomnio, hiperactividad, aislamiento, etc.
Síntomas cognitivos: pensamientos negativos, preocupación por el futuro, pensamientos recurrentes, etc.
En términos generales se considera que la ansiedad es adaptativa si es proporcional a la amenaza, transitoria, si solo dura mientras persiste el estímulo temido y si facilita la puesta en marcha de recursos. Sin embargo, la ansiedad se considera desadaptativa y por lo tanto problemática cuando es desproporcionada a la amenaza y se produce un aumento significativo en la frecuencia, intensidad o duración de los síntomas.
La depresión es hasta tres veces más frecuente en los enfermos en cáncer que en la población general. La tristeza y el ánimo deprimido son respuestas habituales en pacientes que se enfrentan a la muerte. Estas emociones pueden ser manifestaciones de un duelo anticipatorio debido a la pérdida de su propia vida, su salud, los seres queridos y la autonomía. Pero es importante, aunque no fácil, distinguir el trastorno depresivo verdadero del duelo normal y del trastorno adaptativo con ánimo deprimido ya que la depresión empeora la calidad de vida del paciente y la de sus allegados, y porque es un factor de riesgo de suicidio y de petición de una muerte anticipada.
Para diagnosticar la depresión se tiene en cuenta que por un periodo al menos de 2 semanas se presente un estado de ánimo deprimido o una pérdida de interés o capacidad para el placer en casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día. Suelen presentarse además algunas alteraciones en el apetito, en el sueño, agitación o enlentecimiento psicomotor, sentimientos de inutilidad o de culpa, disminución de la capacidad para pensar y de concentrarse y pensamientos recurrentes de muerte.
La intervención sobre estos síntomas se realiza desde una doble perspectiva: farmacológica y no farmacológica. En todo caso se trata de un tratamiento multidisciplinar, y la psicoterapia se contempla como una terapia complementaria que facilita y complementa el efecto positivo de otras terapias más centradas en los aspectos físicos de la enfermedad.
El motivo de recurrir a intervenciones no farmacológicas se justifica porque la farmacoterapia puede generar problemas de habituación, efectos secundarios y abstinencia, cuestiones que no ocurren a través del tratamiento no farmacológico. La terapia farmacológica podría ser apropiada para una demanda inmediata, mientras que la intervención no farmacológica como el entrenamiento en relajación, suele ser mejor tolerada por el paciente y facilita la reducción del distress.
Algunas de las técnicas no farmacológicas más ampliamente utilizadas en el tratamiento del dolor, vómitos anticipatorios, insomnio, ansiedad y depresión son:
Técnicas de relajación: Relajación muscular progresiva, entrenamiento autógeno y visualizaciones.
Ejercicios respiratorios: Respiración diafragmática o abdominal, conciencia respiratoria.
Técnicas cognitivo-conductuales: técnica de reconocimiento de los síntomas de ansiedad, identificación de la fuente de los mismos y sus posibilidades de modificación; modelar el diálogo interno mediante técnicas cognitivas de control de pensamientos y reestructuración cognitiva; Técnicas distractoras. Exposición gradual a los estímulos temidos. Y además, entrenamiento en resolución de problemas, habilidades de comunicación (asertividad) y biofeedback.
Facilitación de la expresión emocional con atención especial a las preocupaciones y miedos asociados a su situación. Estrategias de gestión emocional. Apoyo y acompañamiento.
Meditación y Mindfulness, potenciación de la atención selectiva.
Otras: hipnosis, masaje, acupuntura, aplicación de frio-calor, musicoterapia, etc.
Via turelajacion.wordpress.com
0 comentarios:
Publicar un comentario